viernes, 9 de abril de 2010

Demasiadas subvenciones

Escribe Carlos Sánchez en El Confidencial:
A algunos economistas les gusta recurrir a la metáfora de la pasta dentífrica para definir ciertos fenómenos económicos. La utilizan frecuentemente para referirse a la inflación, y suelen decir que los precios son como la pasta de dientes. Es muy fácil sacarla de su envoltorio pero muy difícil -por no decir imposible- lograr que vuelva al punto de partida.

Algo parecido le sucede a las subvenciones. Es sencillo concederlas pero extremadamente difícil recortarlas, lo que convierte a esta partida en una especie de peaje que año tras año se incrusta en los Presupuestos Generales del Estado. Ni que decir tiene que no se trata de un asunto menor. Todo lo contrario. Este país -tan sólo la Administración central- concede cada año más de 11.600 millones de euros en subvenciones (algo más del 1,1% del PIB), pero curiosamente el parlamento está huérfano de debates sobre su eficacia y buen uso. Y no sólo eso. La información que proporciona la Administración es tan escasa que hay razones fundadas para pensar que su permanencia tiene que más que ver con la capacidad de presión de los lobbys que con una política económica rigurosa.

El problema, sin embargo, es mucho mayor. El Gobierno no sólo ofrece subvenciones sino que, además, es generoso a la hora conceder toda suerte de deducciones, lo que convierte los tipos impositivos nominales en una simple filfa estadística. Los tipos reales son en realidad mucho más bajos de lo que normalmente se dice, y sí a usted le cuentan que una empresa tributa al 30% en Sociedades o un contribuyente al 43% en IRPF es simplemente falso. Precisamente por la existencia de deducciones que achatan la presión fiscal nominal.

Tampoco en este caso se está ante un asunto menor. El presupuesto de beneficios fiscales para este año -lo que deja de ingresar Hacienda por todo tipo de impuestos- asciende a una cantidad a todas luces desorbitada; pero que, sin embargo, no suele llamar la atención. Se está hablando, de nada menos que de 47.474 millones de euros. O lo que es lo mismo, alrededor de un 4,7% del producto interior bruto.

Entre unas cosas y otras cada año -y sin contar las exenciones y prebendas fiscales que conceden ayuntamientos y comunidades autónomas- Hacienda deja de ingresar cerca de 60.000 millones de euros que desaparecen de las arcas públicas por arte de birlibirloque. Como se ve, una cantidad enorme que serviría, por ejemplo, para reducir el déficit público a la mitad.

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