martes, 29 de septiembre de 2009

Colapso

Daniel Martín escribe en Estrella Digital, y acierta, como en otras ocasiones, al referirse a la clase política, a los electores y a la corrupción que nos rodea.

Así escribe: La RAE define colapso como "destrucción, ruina de una institución, sistema, estructura, etc". No creo que ninguna palabra defina mejor nuestra actual situación. Sírvanos como ejemplo el caso de financiación ilegal del PP de la Comunidad Valenciana, del que se pueden obtener las siguientes conclusiones:

- Algo huele a podrido por allí, y no solo en lo que tiene que ver con el Partido Popular. La costa mediterránea española, desde la frontera con Francia hasta Gibraltar inclusive, es sólo el caso más notorio de la corrupción generalizada que afecta a España en cualquier cosa que tenga que ver con la administración, ya sea estatal, autonómica, provincial o municipal.

- Por otro lado, los informes policiales que El País ha ido publicando provienen de filtraciones. Son documentos aparentemente secretos, a los que un juez no hizo caso pero que de alguna manera han llegado al periódico. Un fallo más que convierte a este diario en una especie de Boletín Oficioso del Gobierno, y eso a pesar de la guerra del fútbol.

- Los partidos políticos, a pesar de vivir de nuestros impuestos, a cargo del dinero público, utilizan el poder para colocar a los suyos y beneficiarse económicamente o de cualquier otra forma.

- Si mañana Francisco Camps se presentase a las elecciones autonómicas, barrería del mapa a sus rivales, ganaría con una amplia mayoría absoluta.

Así, este caso demuestra una vez más que ni el Estado, ni el Gobierno, ni los partidos ni la Sociedad funcionan en España. El cachondeo, el despiporre, el disparate y el derroche se admiten como algo consustancial a nuestra forma de ser. Así, los españoles admiten estos males como si fueran inseparables de un sistema democrático.

En periodos de mayor o menor bonanza, la ruina del sistema se nota bastante poco. Pero España, tras la crisis financiera internacional, se ha sumido en un hoyo económico más grave que el de nuestro entorno por nuestra mala productividad y nula competitividad, un sistema sindical antañón y pérfido, un mercado laboral torpón y ajeno a cualquier iniciativa empresarial inteligente y nuestro elefantiásico peso de lo público.

A estos problemas estructurales se ha unido el coyuntural de que el Gobierno que tenía que enfrentarse a estas crisis estuviese comandado por una persona que nunca ha vivido en el mundo real. Un personaje que, lejos de rodearse de gente capaz, ha ido colocando a su alrededor gente muy poco preparada e incapaz para afrontar la realidad con un mínimo de destreza. De ahí que los pocos que algo sabían se hayan ido alejando como quien no quiere la cosa. Con fidelidad, eso sí, a un partido que mientras tenga el poder algo tendrá para repartir. A la nula capacidad del Gobierno se ha unido la negligencia de una oposición que, a menudo, parece cómoda en su puesto para no tener que coger por los cuernos al toro de las crisis.