jueves, 22 de octubre de 2009

Patatas fritas, huevos, honradez y decencia

Publico en el blog un escrito que me hacen llegar, entrañable y lleno de verdad y valores. Una carta dirigida al Alcalde de Campoo de Enmedio, escrita por Raquel, de Horna, como reacción a unos desafortunados comentarios de este señor -alcalde permanente y ex maestro de escuela que siempre vivió de los fondos públicos-,vertidos cuando un grupo de vecinos se acercó al ayuntamiento para plantear sus quejas por la chapuza sanitaria.

Señor Carmelo:

Me dispongo a escribir estas líneas no para desprestigiarle, puesto que eso lo hace muy bien usted solo, sino para dar las gracias por todos los valores humanos y morales que componen mi educación.

Soy una de tantas niñas que fueron al colegio de Matamorosa desde los pueblos, pertenezco a ese grupo que según usted, se alimentó a base de patatas y huevos, ¡lo cual desde luego no considero ninguna vergüenza ni deshonra! ¡ni mucho menos! Puedo decir muy orgullosa que NUNCA me faltaron ni patatas ni huevos. Y muy al contrario de lo que usted piensa también comí otras muchas cosas, ¡fíjese que hasta conocía los yogures! Que barbaridad, ¿no?

Orgullosa estoy de esas patatas que mis padres me dieron como guarnición de lecciones mucho más valiosas que el solomillo: EDUCACION y RESPETO hacia los demás; CONSTANCIA y VERDAD para conseguir mis propósitos y por supuesto ENTREGA EN MI TRABAJO y SABER ESTAR en todo momento.

Por otro lado los huevos nos los sirvieron con AMOR, CARIÑO y ORGULLO ante la certeza de que lo que comíamos nos pertenecía y no tenía procedencia en nada dudosa.

Mientras cenábamos nos hacían comprender que una persona no se mide por lo que tiene sino por lo que es.

Mirando hacia atrás siento nostalgia de esas cenas y pena por tantos niños y niñas que no las pudieron disfrutar ni lo podrán hacer porque los padres que les tocaron están muy lejos de todos estos valores.

La sociedad hoy en día está desnaturalizada y quien observe podrá ver que los pueblos son uno de los pocos sitios donde aun no se ha perdido de todo el norte, o dicho de otro modo, aun queda cierta DECENCIA y DECORO. ¿No cree usted que tal vez se deba a esos huevos y a esas patatas?

¿No sale demasiado caro pagar los filetes a precio de humanidad? ¿No es triste que los hijos sientan vergüenza de sus padres a cambio de comer langostinos?

¿Mientras escribo estas letras oigo reir a un grupo de niños, entre los cuales está el mío, y con la mano en el corazón pido para ellos el menú que yo comí: PATATAS FRITAS, HUEVOS, HONRADEZ Y DECENCIA. Debería usted probarlo.

Por todo esto solo me resta dar las gracias a mis padres y a tantos padres que lucharon por alimentar no solo nuestro cuerpo sino también nuestro espíritu, y que hicieron de nosotros PERSONAS DE BIEN. Y le hago esta petición: lávese la boca cuando vaya a hablar de alguno de ellos.

No hay comentarios: