lunes, 27 de abril de 2009

Entre dos fracasos

Editorial de Antonio García-Trevijano en Diario de la República Constitucional

El éxito de un pueblo puede ser frustrado por dos tipos de fracaso, el estrepitoso y el silencioso. El ruido del fracaso en un ámbito particular, como la quiebra de las empresas de un solo sector económico o el quebranto de la salud individual en epidemias locales, alerta sobre la causa insidiosamente callada que lo produce. Esto no sucede cuando el estrépito del fracaso es tan estruendoso que toda la sociedad lo siente, y contempla con resignación, como a las catástrofes naturales. La cifra de 4 millones de parados, y la que se avecina por encima de 5, no puede conmover, o sea, mover colectivamente, a una sociedad apresada en la quietud entre muros de conformismo mental, levantados con ladrillos de consenso entre partidos, sindicatos, enseñanza y medios informativos estatales, subvencionados por la propia prisionera, que ni siquiera comprende la naturaleza endémica del mal que la está aniquilando con su consentimiento.

La declaración de los sindicatos de que no movilizarán a los trabajadores contra el Gobierno del paro, responde a la esencia discriminatoria de este Estado de sindicato único y nacionalidades varias, donde la izquierda oficial, la derecha convencional y el sistema financiero están entrelazados por un mismo interés de clase gobernante. La falsedad de la Transición ha conducido a dos fracasos de la realidad, debidos ambos a la absoluta falta de Libertad política. Estrepitoso y evidente el fracaso del Estado de partidos y de Autonomías; silencioso y disimulado el de la Sociedad, aunque el de aquél trae su causa de éste. Mientras no aflore en la opinión el fracaso de la Sociedad, que aún no parece sentir la necesidad de libertad política para salvarse, con la democracia formal, del abismo a donde la arrastra la ausencia de valores, ideales y verdad, inherente a la Monarquía de Partidos, seguirá la metástasis del poder partidista que la está matando. Ante la gravísima crisis económica y moral, el dilema consiste en que si la Sociedad continúa prestando su lealtad al Régimen político, se suicida; y si el Estado sigue anteponiendo, conforme a su naturaleza, los intereses particulares de la clase política, sindical y financiera a los generales de la Sociedad, ésta llegará hasta la completa ruina de cuerpo y espíritu social. La suerte para las conciencias individuales es que ningún peligro corre la sociedad civil si la abstención, en las elecciones europeas, llegara a dos tercios del censo. Entonces, la clase política quedaría deslegitimada y se haría evidente la necesidad de abrir un periodo constituyente para la instalación pacífica de la democracia en la forma de gobierno. El momento de la acción.


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