El lunes pasado, en estas mismas páginas McCoy, aclarando que “no soy sospechoso de simpatizar con Rosa Díez”, analizaba brillantemente su plan económico. Pues bien, servidor, sí simpatiza abiertamente con Rosa Díez, por varias razones pero les ofrezco dos: es el único partido que defiende ya la unidad de España, la igualdad de todos los españoles, la defensa del idioma frente a la persecución separatista, y es el único con un plan solvente y carente de demagogia, capaz de sacarnos de la crisis. Que no les gusta Rosa porque fue socialista, o por su defensa del aborto, vale, pero si creen esencial la unidad de la Patria y si quieren salir de la crisis no tienen otra opción. Si votan PSOE o PP, serán cómplices de la partitocracia totalitaria que está arruinando el país, que acepta que vascos y navarros paguen ocho veces menos al Estado que el resto de ciudadanos, que aceptan que se proscriba y persiga la lengua española en un tercio de la nación, y dispuestos a cualquier cesión a los separatistas con tal de gobernar, España les importa un pimiento, y además no nos sacarán de la crisis.El eje central de su programa es la recuperación del papel del gobierno central frente a las autonomías, más España frente al desmadre actual, y con medidas concretas, no como el PP, la Educación debe volver íntegra al Estado, y los recortes del gasto se centran esencialmente en el sistema autonómico y local, que tienen cinco veces más margen que el Estado. Régimen común para todos, el cupo de las Comunidades forales debe ser igual a lo que pagan los demás; no a la postura del PNV “recortes sí, pero ni un céntimo de lo nuestro”, no a la bilateralidad (Estatut), no al nuevo sistema de financiación, a los 11.000 millones de Zapatero, y las reducciones de gastos así conseguidas dedicadas a reducir el déficit estructural. Ni el PSOE ni el PP están dispuestos, ni de lejos, a nada parecido. Toda su filosofía, se basa en la cesión y el despilfarro.Despolitizar las cajas, suspender y exigir responsabilidades a los malos gestores, terminar con los vetos autonómicos, y condicionar las entregas del FROB a la cesión total de supervisión al BdE. “Si se les da dinero público tendrán que aceptar las condiciones, y no ponerlas como sucede ahora”. Esta propuesta esencial fue rechazada por el PSOE, el PP y los separatistas. Tercero, política energética, reducción de costes y de dependencia. ¿Cómo? Energía nuclear hasta que las renovables lleguen a un nivel de coste asumible, no como el PP “nuclear sí pero no en mi pueblo”. Cambio del modelo productivo, con solvencia y sin demagogia. ¿Cómo? Educación recuperada por el Estado, autoridad del profesorado, y mejora radical de la calidad de la enseñanza pública para que vuelva a ser el ascensor social que fue en el pasado; reformas estructurales en profundidad, no los camelos de Rato; reforma laboral en línea con el manifiesto de los cien, etcétera. Este es el resumen. Ustedes deciden.
Hoy lo políticamente correcto es apelar a la necesidad de que PSOE y PP hagan un Pacto de Estado que permita a España afrontar con mayores garantías de éxito y celeridad la salida de la crisis económica. Desde el republicano Carod Rovira (el del pacto del Tinell), hasta su Majestad el Rey han coincidido en los últimos días en la necesidad –y la posibilidad–, de que el PSOE y el PP acometan de manera inmediata un gran Pacto de Estado.
----No cabe apelar a un Pacto de Estado entre dos fuerzas políticas empeñadas en vencer electoralmente por agotamiento del contrario, aunque el país se vaya por la fregadera mientras tanto. No cabe pensar que PSOE y PP van a ser capaces de acordar las políticas necesarias para salir de la crisis y preparar al país para ser competitivo en el futuro si sabemos, como sabemos, que ninguno de los dos está dispuesto a afrontar las grandes reformas de carácter estructural que son imprescindibles para hacer algo más que tapar las vías de agua.
Ni el PSOE ni el PP están dispuestos a revisar la financiación autonómica que acaban de aprobar y que es una vía más de ruina para España; ni el PSOE ni el PP están dispuestos a afrontar la despolitización y profesionalización de las Cajas de Ahorros, que van a ser el siguiente gran quebradero de cabeza de nuestro sistema financiero; ni el PSOE ni el PP están dispuestos a revisar los muros competenciales que impiden una verdadera reforma en nuestros sistema educativo: mientras haya diecisiete leyes educativas ningún papel que firmen Gabilondo y Rajoy será otra cosa que un placebo. Ni el PSOE ni el PP están dispuestos a afrontar una verdadera reforma del mercado de trabajo superando lo más peyorativo de la ideología y poniendo en valor la experiencia propia a ajena; ninguno de los dos está dispuesto a afrontar una reforma del sistema electoral para corregir de fondo y a fondo una ley que pervierte el sistema y que está en el origen de la perversión de las instituciones democráticas: en base a ese sistema de representación injusto se constituyen unas instituciones que tienen como máximo objetivo repartirse el poder entre los dos grandes partidos políticos españoles.
El único Pacto de Estado posible es el que ya funciona entre el PSOE y el PP: no tocar nada de lo sustancial, no cambiar nada de lo que les garantiza el reparto alternativo de poder. Y ese pacto, tan dañino para España, sólo puede romperse en las urnas, dando la voz a todos los españoles. Por eso no vamos a caer en el juego de lo políticamente correcto; no vamos a pedir lo que sabemos que es imposible mientras dependa de estos dos actores políticos que controlan instituciones políticas, mediática y económicas. Que no cuenten con nosotros para frustrar más a los ciudadanos. Nos vamos a seguir atreviendo a decir lo que pensamos; porque es el paso previo para poder hacer lo que debemos. Y tengo para mí que millones de españoles están de acuerdo con nosotros. En todo caso, aunque así no fuera, es nuestra tarea hacer siempre lo que creemos que debemos hacer. Decir la verdad es la primera de nuestras obligaciones. No hay otra manera de regenerar la democracia. Ni de defender la España que nos importa: la de ciudadanos libres e iguales ante la ley.
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