Efectivamente, un efecto pernicioso del sistema de candidaturas electorales cerradas y bloqueadas es que establece una relación jerárquica entre el partido y los parlamentarios electos. La más grande hazaña de los diputados es obedecer al líder con razón o sin ella, en vez de defender los intereses de la gente que los ha votado. Así se fomenta la mediocridad, se premia la mezquindad y se generaliza la incompetencia, pero la ley electoral no se va a cambiar y aunque se cambiara no resolvería todos los problemas y menos la corrupción.Cuando se defienden con ardor las listas abiertas, se olvida a menudo que un triste ejemplo de ellas son las candidaturas al Senado, donde la más grande hazaña es tener el favor del partido y un apellido que empiece por a. La primera candidata de la Entesa, que es socialista, se llama ahora Arqué y antes se llamaba Aroz. De ninguna manera el PSC habría aceptado que ERC o ICV presentaran un candidato a la coalición apellidado, pongamos por caso, Abián.Una cosa son las listas abiertas y otra las circunscripciones uninominales, propias del sistema británico, con distritos reducidos que eligen un solo representante y que generalmente reducen el debate a dos contrincantes... de los dos partidos mayoritarios. La autonomía de los diputados respecto del partido es mayor, pero la estabilidad de los gobiernos, bastante más frágil. A Tony Blair le amargaron la vida sus propios diputados contrarios a la guerra de Iraq. Si al tripartito catalán ya le cuesta ponerse de acuerdo en casi todo, con el sistema británico Montilla se quedaría afónico, y el grupo del PP en el Congreso sería estudiado como una curiosidad aritmética... No caerá aquí esa breva, entre otras cosas porque la Constitución y el Estatut imponen un sistema electoral proporcional, que permite a Zapatero ser presidente al votarlo tres de cada diez españoles.La listas cerradas son un problema, pero el problema es ahora la gran invasión: el oligopolio que han creado los partidos políticos extendiendo sus tentáculos por todos los rincones. Del Tribunal Constitucional se puede decir todo menos que es un árbitro imparcial. Está integrado por juristas políticamente decantados, que han hecho méritos para ganarse la confianza de un partido que les sitúe. Lo mismo ocurre con el Tribunal de Cuentas, el Consejo General del Poder Judicial, la Fiscalía, las cajas de ahorros, el consejo de RTVE y el de TV3, el Defensor del Pueblo y el Síndic de Greuges... Las biografías, como el algodón, no engañan. La casta dirigente de los partidos políticos se ha convertido en una oligarquía que ha privatizado la política y ha neutralizado todos los contrapoderes. El sistema está desequilibrado y no se atisba solución alguna. El reequilibrador que lo reequilibre, buen reequilibrador será.
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